Adaptaciones Fisiológicas en la Apnea

Contener la respiración de forma voluntaria o involuntaria es una de las situaciones más estresantes que puede sufrir el organismo y que éste lo interpreta como una amenaza a la supervivencia.

Ya hemos visto en el artículo CO2 y contracciones, acerca de nuestro sistema respiratorio y la producción de CO2;  que la necesidad de respirar surge como consecuencia de la acumulación de CO2 en nuestro organismo y que éste es, a su vez, el responsable de activar una serie de alarmas denominadas “contracciones” que nos indican que debemos iniciar nuevamente el ciclo respiratorio.

Ahora bien, ¿qué es lo que sucede en ese intervalo de tiempo que va desde el momento en que el aire llega  a nuestros pulmones y  vuelve a salir nuevamente al exterior?,

¿Cómo se produce el transporte del oxígeno hacia las células?, y si este proceso es común para todas las personas en el medio terrestre ¿de qué manera nos afecta cuando entramos en contacto con el medio acuático?, ¿y si nos sumergiéramos a profundidad?

A todas estas preguntas les daremos respuesta a lo largo de este artículo en donde hablaremos de la fisiología de la apnea y de cuáles son las adaptaciones naturales de las que dispone nuestro cuerpo al entrar en contacto con este medio.

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EL SISTEMA CARDIOVASCULAR

El sistema circulatorio y el sistema respiratorio trabajan de forma conjunta para mantener vivo nuestro cuerpo, este sistema bifuncional se denomina “sistema cardiovascular”.

En el momento en que el aire (compuesto en un 21% de oxígeno) llega los pulmones, y más en particular a los alvéolos, se produce el intercambio de gases con la sangre: que se produce por difusión a través de la pared de los alvéolos que son tan delgadas que únicamente permiten el paso de gases.

A su vez, cada ciclo de intercambio de gases es asistido por el corazón, que es el músculo responsable de dar continuidad al circuito y actúa a modo de “bomba” succionando la sangre de las arterias e impulsándola a través de las venas de forma que sea distribuida por todo el cuerpo.

La sangre

Una vez realizado el intercambio de gases, el oxígeno entra en una red de capilares sanguíneos que lo conducen hacia la vena pulmonar y desde ésta es conducida al resto del cuerpo. Este oxígeno es transportado a través de lo que comúnmente se denomina sangre y que está compuesto principalmente por:

  • plasma
  • glóbulos rojos
  • glóbulos blancos
  • plaquetas

El plasma, que integra aproximadamente el 50% de la sangre, es de color amarillento y esta compuesta principalmente por agua.

En él van diluidos todos los elementos que serán transportados a las células del cuerpo: glóbulos rojos, glóbulos blancos, plaquetas, sales, etc.

Los glóbulos rojos constituyen el principal elemento de la sangre (cerca del 45%) y son los encargados de transportar el oxígeno asociado a una molécula denominada hemoglobina.

Cuando la sangre está oxigenada, la sangre toma un color rojo vivo, en cambio cuando tiene altas concentraciones de CO2, su color es púrpura. Este es el motivo por el cual un apneísta hipóxico (bajos índices de oxígeno) tendrá los labios de color azul.

mujer buceando entre rocas

Como bien se sabe, el medio natural del ser humano es el medio terrestre, sin embargo en contacto con el medio acuático, incluso el sólo hecho de contener la respiración, hace que se despierten una serie de adaptaciones fisiológicas innatas y de las que no somos conscientes de tenerlas.

Estas reacciones son involuntarias y se dan como respuesta de nuestro organismo al considerar que existe un peligro de supervivencia.

EL REFLEJO DE INMERSIÓN

El ser humano, al igual que otros mamíferos acuáticos (delfines, ballenas, focas, etc), tiene la capacidad de redistribuir el fluido sanguíneo con la finalidad de reducir el ritmo cardíaco.

Esto es posible gracias al llamado “reflejo de inmersión”.

Mediante este reflejo los mamíferos acuáticos consiguen un ahorro en el consumo de oxígeno y aumentar de esta manera las apneas.

Aunque en el ser humano se desarrolla, hoy en día, en el medio terrestre, en el agua volvemos a nuestros orígenes por doble motivo: por un lado somos el resultado de un proceso evolutivo a lo largo de miles de años que nos ha ido transformando de mamífero acuático a terrestre; y por otro lado en nuestra fase prenatal, nos desarrollamos durante nueve meses en un medio acuático adquiriendo sensaciones que quedarán inconcientemente en nuestra memoria.

Estas sensaciones se manifiestan como “reflejo de inmersión” que continúa latente en todos nosotros aunque de forma dormida, por lo que el apneísta sólo tiene que despertarlo.

El reflejo de inmersión es inducido principalmente al contener la respiración (apnea) y es potenciado si mantenemos la cara en contacto con agua fría (mediante unos receptores alrededor de los ojos y frente) y sometiendo el cuerpo a presión (profundidad).

Combinando simultáneamente estas tres situaciones se potenciará aún más el reflejo de inmersión.

El principal efecto que produce este reflejo es la bradicardia (reducción del ritmo cardíaco) y la vasoconstricción periférica (constricción de los vasos en las extremidades) para de esta manera conseguir concentrar el flujo sanguíneo en los órganos más sensibles a la falta de oxígeno (cerebro, corazón y pulmones).

Se ha demostrado que este reflejo es más intenso en pescadores y apneístas que en personas que no están habitualmente en contacto con el medio acuático.

Con esto se ha llegado a la conclusión que el “reflejo de inmersión”, al estar dormido en todas las personas, se va adquiriendo y potenciando con un entrenamiento periódico y continuo en apnea y en el medio acuático.

BLOOD SHIFT

En los años 50 el médico francés Cabarrou afirmaba que era imposible que el ser humano pudiera descender más allá de los 50mts ya que a partir de esta profundidad el cuerpo “se rompería”.

En el año 1961 Enzo Maiorca descendía en apnea hasta una profundidad de -51mts desmintiendo de esta manera las predicciones del médico francés.

Cincuenta años después se ha llegado a descender a más de (214m) 120mts de profundidad, duplicando la profundidad (y presión) conseguida por Maiorca. ¿Cómo puede el cuerpo humano resistir tales presiones? La respuesta: el blood shift.

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Así como el “reflejo de inmersión” es la adaptación del cuerpo a la apnea y al contacto con el medio acuático, el llamado “blood shift” (aumento de la circulación intra torácica) es  la adaptación que sufre el cuerpo a la presión hidrostática.

Tal como indica la ley de Boyle “A temperatura constante, el volumen de un gas es inversamente proporcional a la presión que recibe”, lo que quiere decir que al descender a profundidad, la presión actuará sobre los espacios aéreos de nuestro cuerpo disminuyendo su volumen.

Estos espacios son principalmente tres: senos, oído medio y pulmones.

El espacio aéreo que mayor transformación sufre con la presión, al tener mayor volumen que el resto, es el pulmón.

Al descender a profundidad nuestro pulmón se va comprimiendo y, por tanto, reduciendo su volumen por efecto de la ley de Boyle.

Los espacios ocupados por el aire no pueden quedarse vacíos ya que se produciría una implosión debido al aplastamiento torácico.

El cuerpo impide que esto ocurra redireccionando la sangre desde las extremidades hacia los pulmones para compensar la presión hidrostática, ocupando los espacios que normalmente ocupa el aire en los alvéolos y evitando, de esta manera, barotraumas pulmonares. 

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EL BAZO

Otro componente importante que interviene en las adaptaciones del cuerpo a la presión es el bazo. Este órgano, del que no se habla demasiado, está situado bajo el abdomen, a la derecha del estómago bajo las costillas y está formado principalmente por sangre y células linfáticas.

Su función es, entre otras, elaborar anticuerpos, destrucción y producción de glóbulos rojos y la de disponer de una importante reserva de sangre, así como formar parte del sistema linfático, que es una amplia red de drenaje que ayuda a mantener los niveles de líquido corporal y defender al cuerpo de las infecciones.

Tras inmersiones repetitivas separadas por cortos espacios de tiempo, se ha observado que existe un aumento en las concentraciones de hemoglobina  y hematocrito en sangre.

Esto se debe a que, pasados unos minutos después de varias inmersiones, el bazo se contrae como respuesta a una adaptación fisiológica al medio acuático de manera que se liberan células sanguíneas al torrente.

Como consecuencia de esto, al disponer de una mayor concentración de hemoglobina en sangre, los órganos se ven favorecidos por una mayor y mejor distribución de las moléculas de oxígeno.

Se desconoce a ciencia cierta, si esta reacción es parte del reflejo de inmersión o si corresponde a otro tipo de adaptación.

Se ha podido observar que otros mamíferos acuáticos, como focas, presentan también una mayor concentración de hemoglobina en sangre debido a la contracción del bazo.

Esto hace suponer que esta reacción es una adaptación más que el cuerpo experimenta frente al medio acuático.

Según lo comentado en estos párrafos, vemos que el cuerpo humano aún mantiene inconscientemente una serie de reacciones/adaptaciones fisiológicas que, aunque dormidas, se activan en contacto con el medio acuático, que se ven potenciadas dependiendo de una serie de factores y manteniendo un entrenamiento continuo en este medio.

Estas adaptaciones han sido fruto de nuestra primera etapa, hace miles de años, como seres acuáticos o bien, y más recientemente, durante la fase prenatal de cada uno de nosotros.

Sin embargo, aunque estas adaptaciones están inconscientemente en todos, se manifiestan de forma diferentes en cada uno de nosotros.

Es por ello que se dice que la apnea es un deporte muy personal donde cada uno debe ir descubriéndose a sí mismo y sus límites.

Pero debemos tener muy presente que este descubrimiento únicamente se podrá llevar a cabo con un entrenamiento continuo, lento y progresivo; y que por muchas precauciones que tomemos el entrenamiento en el medio acuático siempre conlleva algún riesgo por lo que: ¡NUNCA BUCEAR SÓLO!

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NOTA AL EDITOR: Las fuentes utilizadas en este artículo provienen de apuntes académicos de AIDA y SSI, así como diferentes artículos científicos publicados por la científica sueca Erika Schagatay, el libro “Curso de Apnea” de Umberto Pelizzari y de los propios conocimientos de quienes han redactado este artículo.

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